Solo el encuentro con JESÚS RESUCITADO ilumina nuestra VIDA y hace arder nuestro corazón. Lo han experimentado los misioneros y misioneras, quienes, con su corazón ardiente, nos muestran el camino hacia los hermanos más pobres y necesitados, y la presencia del Señor vivo en medio de ellos.
Ese encuentro personal con CRISTO hace que los ojos de las personas se abran y mueve a la acción. Así, los misioneros se ponen en camino y entregan su vida para que el Evangelio llegue a todos los rincones del mundo.
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