Oh María, tú resplandeces siempre en nuestro camino
como signo de salvación y de esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación de nuestro pueblo ,
sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del
Padre
y hacer lo que nos diga Jesús,
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos
y se ha cargado con nuestros
dolores
para llevarnos, a través de la cruz,
a la alegría de la Resurrección.
Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
¡Amén!
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